Me gusta mucho la lluvia, no sé que tiene que me gusta tanto... recuerdo que cuando estaba en el colegio me quedaba mirando el paisaje recién había terminado de llover: olía a nuevo, todo se veía como renovado, veía al verde más verde y en general a los otros colores mucho más intensos, las hojas que no servían estaban en el suelo desechadas por la misma naturaleza y la gente temerosa de sí misma se quedaba en sus casas por temor a mojar sus zapatos o a que se derritieran como si fueran muñecos de adorno para fina pastelería. Creo que por eso me gusta, porque aquellos que realmente son temerarios salen y disfrutan y yo, a pesar de tener una vejiga tan pequeña como una haba, salgo a tomarme una cerveza y en mis noches de juerga es poco lo que temo mojarme, eso sí, con contadas excepciones. Viva el agua, siempre y cuando no dañe casas...
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