Detesto algunos insectos: las cucarachas, algunas hormigas, los zancudos y las moscas... creo que ya he contado en entradas anteriores lo que hecho con las hormigas y con las cucarachas, pero no he dicho lo que he hecho con los dípteros que mencioné anteriormente... en cuanto a los zancudos, he logrado atrapar una que otra hembra (que son las que chupan nuestra sangre) viva y les he quitado con pinzas unas veces la trompa y/o las patas y otras veces las alas o todas, el caso es dejarlas sin que puedan hacer daño, creo que suena sádico, pero la imaginación y la maldad se la llevan siempre. En lo que a las moscas se refiere, tengo recuerdos particulares en casa de mi tía abuela en los que cazaba en dos o tres horas unas veinte moscas, ¡quedaban bien aplastadas con el matamoscas!, también recuerdo cuando las cazaba a puñetazos (tal vez recordando a mi abuelo paterno atrapándolas entre sus puños), a punta de golpes con un periódico enrollado y hasta con un soplete casero quemándoles las alas, sin embargo alguna vez agarré a una de las alas con una pinza (¡Asombroso! ¡se quedaba inmóvil mientras que yo manoteaba!, por tanto, deduje que estaba dormida y resolví agarrarla con una pinza quirúrgica) y la quemé... en fin, suficiente sadismo entomológico por hoy. La foto es de una mosca que apareció en mi chocolate cuando estaba presto a disfrutarlo después de haber llegado a mi casa extenuado en horas de la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario