Era una mañana fría de sábado y estaba algo lejos de mi casa, tenía todavía residuos de alcohol en la cabeza y creo que lo último que quería hacer era montarme a un bus, sin embargo me tocó hacerlo pues no tenía suficiente dinero para un taxi desde Bello hasta Boston, aparte de eso no había comido nada pues no quise recibir nada de la trasnochada anfitriona de la fiesta por pura y física pena. El bus, como casi todos, se vino desde Bello haciendo paradas súbitas que causaban una fuerza de por lo menos 3G en el cuerpo de los que viajábamos en él, y para quienes estábamos medio malucos, unas horribles ganas de vomitar (en mi caso, creo que aguardiente con cábano y doritos). Todo esto hacía que mi constante odio hacia los buses (y casi cualquier transporte público) creciera cada vez más, creo que me gusta mucho la carne de los animales, pero detesto que me transporten como si fuera una vaca que va rumbo al matadero, aparte de que odio las frenadas en seco de los buses, también odio la gente sudada transpirando encima de mí mientras que atesta con su olor conjunto todo el interior de un vehículo que, por alguna ironía de la vida (ironías que hacen amena mi vida mientras que no me pasen a mi) tiene todas las ventana cerradas... además de eso, tampoco me gusta que me toque la ropa esa gente sudorosa... bueno, creo que ya destilé bastante odio para una sola entrada... los dejo.
La foto es del Cerro Quitasol en Bello (Antioquia) en horas de la mañana y desde un bus en movimiento.
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